Desde la España antisemita de Zapatero.
ZP lamenta que Israel no trate a Hamás como él a ANV
Según el ser humano que dirige los destinos de España desde la primavera de 2004, la respuesta de Israel a los bombardeos terroristas que viene sufriendo su territorio desde hace años es "absolutamente desproporcionada" (sic). Desde luego, comparada con la respuesta que Zapatero viene dando a las organizaciones terroristas que operan en suelo español, lo es y mucho, dicho sea en honor de los israelíes.
Los israelíes, al contrario que los ministros de la guerra españoles, prefieren matar al enemigo antes que morir ellos, sus familias y los ciudadanos de a pie que tardan más de quince segundos en llegar al refugio antimisiles.
Zapatero tiene aquí varias ramificaciones de un grupo terrorista (dedicadas a la propaganda, la recaudación, la provisión de material bélico, las finanzas y la comisión de atentados) y, salvo que se les coja con la pistola humeante en la mano, todos sus integrantes viven tan ricamente, y muchos de ellos hasta cobran un sueldo oficial. En ocasiones han sido calificados de interlocutores políticos y de insignes hombres de paz. Aún hoy, una organización ilegalizada e incluida en el listado europeo de entidades terroristas mantiene el poder en muchos ayuntamientos del País Vasco, como si fuera un partido político homologable a los de cualquier democracia de Occidente.
Hombre, Zapatero, si lo comparas con lo tuyo, el resto de las naciones responde a las amenazas terroristas de forma salvaje, porque no hay ninguna que haga una política antiterrorista proporcional según la medida de los artistas de la ceja, cuyos valores y equidistancia compartes.
La izquierda sociológica, que llevaba varios años sin una excusa válida para echarse a la calle a berrear (casualmente, desde que ganaron los suyos), ha encontrado en la operación del ejército israelí en Gaza un motivo perfecto para practicar una de sus aficiones preferidas: acusar a los judíos de nazis, que ya hay que echarle narices. Los artistas comprometidos con los valores del progreso social van (otra vez) de la mano de los distintos grupúsculos de extrema derecha, con los que compiten en odio al judío, sin que hasta el momento haya un claro vencedor en esta clasificación general de la infamia.
Mientras los terroristas de Hamás lanzaban cohetes contra la población civil israelí, todo estaba bien: los islamistas atacaban y los judíos morían, que es la proporción exacta según los parámetros progres, según su particular visión de la justicia y la equidad. Pero ocurre que los israelíes acaban cansándose de recibir misiles y de enterrar a los suyos, sobre todo cuando los ataques vienen de una zona que el propio estado israelí entregó a los palestinos, aun a costa de sufrir un severo desgaste político en sus filas, como ocurrió con las famosas imágenes de los soldados desalojando colonos por la fuerza que tanto dieron que hablar en la última etapa de Ariel Sharon.
Simón Peres, que no es precisamente un halcón sanguinario, se pregunta, con la inocencia propia del que ha recibido un Nobel de la Paz junto a un asesino como Arafat, por qué siguen bombardeándoles desde Gaza, ahora que ese territorio pertenece en exclusiva a los líderes palestinos. Es una buena pregunta que deberían hacerse también los representantes de la izquierda española antes de lanzarse a la calle a insultar a los judíos por su inveterada manía de no dejarse aniquilar.
También deberían ver estas imágenes (y cientos de videos similares), en los que se ve a los terroristas de Hamás lanzando misiles hacia Israel desde instalaciones civiles. En este caso concreto se trata de un colegio aparentemente gestionado por, pásmense, la ONU. Sí, la misma organización que traficó con barriles de crudo ensangrentados durante la II Guerra del Golfo, bajo la tapadera del programa Petróleo por Alimentos, y que prudentemente guarda un decoroso silencio desde que Israel decidió acabar con los terroristas casa por casa, también porque nadie hace caso a las recomendaciones de su consejo de seguridad, ni los unos ni los otros.
Si a la izquierda le preocupan de verdad las víctimas palestinas inocentes, deberían manifestarse contra los terroristas que las utilizan como escudos humanos, usando sus viviendas y locales para almacenar misiles y lanzarlos sobre Israel, en lugar de insultar al estado que cumple con su deber de proteger la vida de sus ciudadanos.
El remate es ver a los miembros, simpatizantes y beneficiarios del partido del GAL acusar a Israel de practicar el terrorismo de estado. ¿Es para descojonarse o no es para descojonarse?
Zapatero tiene aquí varias ramificaciones de un grupo terrorista (dedicadas a la propaganda, la recaudación, la provisión de material bélico, las finanzas y la comisión de atentados) y, salvo que se les coja con la pistola humeante en la mano, todos sus integrantes viven tan ricamente, y muchos de ellos hasta cobran un sueldo oficial. En ocasiones han sido calificados de interlocutores políticos y de insignes hombres de paz. Aún hoy, una organización ilegalizada e incluida en el listado europeo de entidades terroristas mantiene el poder en muchos ayuntamientos del País Vasco, como si fuera un partido político homologable a los de cualquier democracia de Occidente.
Hombre, Zapatero, si lo comparas con lo tuyo, el resto de las naciones responde a las amenazas terroristas de forma salvaje, porque no hay ninguna que haga una política antiterrorista proporcional según la medida de los artistas de la ceja, cuyos valores y equidistancia compartes.
La izquierda sociológica, que llevaba varios años sin una excusa válida para echarse a la calle a berrear (casualmente, desde que ganaron los suyos), ha encontrado en la operación del ejército israelí en Gaza un motivo perfecto para practicar una de sus aficiones preferidas: acusar a los judíos de nazis, que ya hay que echarle narices. Los artistas comprometidos con los valores del progreso social van (otra vez) de la mano de los distintos grupúsculos de extrema derecha, con los que compiten en odio al judío, sin que hasta el momento haya un claro vencedor en esta clasificación general de la infamia.
Mientras los terroristas de Hamás lanzaban cohetes contra la población civil israelí, todo estaba bien: los islamistas atacaban y los judíos morían, que es la proporción exacta según los parámetros progres, según su particular visión de la justicia y la equidad. Pero ocurre que los israelíes acaban cansándose de recibir misiles y de enterrar a los suyos, sobre todo cuando los ataques vienen de una zona que el propio estado israelí entregó a los palestinos, aun a costa de sufrir un severo desgaste político en sus filas, como ocurrió con las famosas imágenes de los soldados desalojando colonos por la fuerza que tanto dieron que hablar en la última etapa de Ariel Sharon.
Simón Peres, que no es precisamente un halcón sanguinario, se pregunta, con la inocencia propia del que ha recibido un Nobel de la Paz junto a un asesino como Arafat, por qué siguen bombardeándoles desde Gaza, ahora que ese territorio pertenece en exclusiva a los líderes palestinos. Es una buena pregunta que deberían hacerse también los representantes de la izquierda española antes de lanzarse a la calle a insultar a los judíos por su inveterada manía de no dejarse aniquilar.
También deberían ver estas imágenes (y cientos de videos similares), en los que se ve a los terroristas de Hamás lanzando misiles hacia Israel desde instalaciones civiles. En este caso concreto se trata de un colegio aparentemente gestionado por, pásmense, la ONU. Sí, la misma organización que traficó con barriles de crudo ensangrentados durante la II Guerra del Golfo, bajo la tapadera del programa Petróleo por Alimentos, y que prudentemente guarda un decoroso silencio desde que Israel decidió acabar con los terroristas casa por casa, también porque nadie hace caso a las recomendaciones de su consejo de seguridad, ni los unos ni los otros.
Si a la izquierda le preocupan de verdad las víctimas palestinas inocentes, deberían manifestarse contra los terroristas que las utilizan como escudos humanos, usando sus viviendas y locales para almacenar misiles y lanzarlos sobre Israel, en lugar de insultar al estado que cumple con su deber de proteger la vida de sus ciudadanos.
El remate es ver a los miembros, simpatizantes y beneficiarios del partido del GAL acusar a Israel de practicar el terrorismo de estado. ¿Es para descojonarse o no es para descojonarse?
Fuente: Libertad Digital
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