Observen cómo la discusión en los últimos días ha girado casi íntegramente, sobre la cuestión de
Israel, cuando había también otros temas más próximos a nosotros (el regeneracionismo, la posición del PP, el historial del PSOE) o más generales, como el ciencismo.
¿Por qué interesa tanto la cuestión de Israel? Hay otros conflictos enconados, que han dado lugar a sangrientas guerras, y potencialmente más peligrosos, como entre Pakistán y La India; pero, desde luego, nos llaman mucho menos la atención. Creo que la causa del interés de este gran conflicto en torno a una mínima extensión de tierra (bastante más pequeña que Galicia aun si con mucho más del doble de habitantes) radica en el hecho de estar implicados en él valores y principios que nos afectan a todos. Israel es la única democracia en una vastísima zona de despotismos a menudo escalofriantes.
Pero esto, dicen los enemigos de Israel (y de la democracia) no significa absolutamente nada, la cuestión es que allí estaban los palestinos primero, y por tanto el país ha sido ocupado por extranjeros. Pero no ya en la historia, sino en el mismo siglo XX, ese fenómeno ha ocurrido a menudo. Sobre esa base, Alemania podría reclamar los territorios cedidos a Polonia tras la guerra mundial, insistir en Alsacia y Lorena, etc.
Pero ni esa es la cuestión ni tampoco es cierto. Los romanos nunca expulsaron por completo a los judíos y siguió habiendo comunidades judías desde entonces, aunque siempre sometidas a uno u otro imperio –como las comunidades no judías, antes y después de la conquista del territorio por los musulmanes, cuando la mayoría era cristiana—. Hubo un estado judío, destruido por los romanos, y nunca un estado palestino. Los judíos expulsados, o gran parte de ellos, siempre soñaron con volver a Israel, un caso único en la historia, pero real.
Cuando llega la independencia de Israel hay una mayoría árabe, tan antijudía como antidemocrática y antioccidental, sometida a jefes tiránicos, corruptos e irresponsables, que sueña con echar a sus vecinos hebreos al mar, amparados por la fuerza masiva de los estados musulmanes colindantes. Esa antigua mayoría tiene también, en abstracto, derechos sobre esa tierra, pero en concreto su triunfo significaría un segundo holocausto, la conversión del país en una tiranía más de la zona y un éxito que les permitiría hostigar con más entusiasmo e intensidad a occidente, pues verían en ello confirmado que la victoria y el futuro son suyos.
Por eso decía que los israelíes cumplen un papel semejante al de la España de la Reconquista, absorbiendo parte de la energía agresiva del islam. ¿Ignoran todos estos hechos los enemigos de Israel? No los ignoran en absoluto. ¿Les importan mucho las bajas producidas entre los palestinos? Les importan tan poco como a los jefes palestinos que utilizan a la población civil para proteger sus agresiones. Mejor dicho, les interesa que haya las mayores bajas posible, y a ese fin procuran exponer a niños, mujeres y ancianos, porque así pueden hacer más demagogia.
No son humanitarios, pues siempre mostraron una notable "comprensión" o indiferencia hacia matanzas gigantescas perpetradas por los totalitarios de izquierdas. Son, pura y simplemente, esto: anti demócratas y antioccidentales. Y solo por eso son también antiisraelíes. Como los tiorrillos y tiorrillas que mangonean nuestro país actualmente. O el PP que, claro, calla como una… como lo que es. Otra versión absurda es que Israel fue impuesto por Usa e Inglaterra en una manifestación de imperialismo y colonialismo –manifestación singularmente estúpida, por lo demás, porque no les ha traído ningún beneficio tangible y sí muchos compromisos y perjuicios—.
En realidad, los israelíes lucharon contra el protectorado británico, pues el interés de Londres no era un estado judío, sino la permanencia del protectorado. Y la idea de que Israel actuaría como punta de lanza del "imperialismo" en la zona, es ridícula: desde cualquier punto de vista práctico, Israel no influye para nada en la zona, y solo aspira a ser reconocida allí.
Es un enclave de la cultura occidental, acosado por todas partes. Hay, desde luego, otros que ingenuamente invocan principios generales como el de la paz, la comprensión, el buen espíritu y la armonía entre unos y otros, expresiones que nadie puede condenar y que suenan bien mientras se refieren al reino de lo deseable en abstracto, pero que a menudo no son aplicables y, como prueba la historia, la evolución en esa dirección es muy a largo plazo y con grandes altibajos. La diversidad de intereses entre los individuos y los grupos humanos provoca inevitablemente conflictos y racionalidades diferentes en torno a ellos.
Las invocaciones a la paz que no tienen en cuenta las situaciones concretas, naufragan o, peor aún, suelen servir de pretexto a la agresión y la opresión. Hitler o Stalin disfrutaron de muchas de esas ayudas ingenuas, que pierden mucha ingenuidad cuando pretenden ignorar los hechos descarnados.